Día con día nos vemos obligados a tomar docenas de decisiones. Tan grandes como «¿Qué debo hacer con mi vida?» y tan pequeñas como «¿Qué debería desayunar el día de hoy?»
Siendo una persona tan ansiosa, me veía a mí misma agonizando cada día, aterrorizada de tomar una decisión errónea, la cual abriría un agujero negro y me llevaría a una realidad distinta; ó me convirtiera en una persona totalmente distinta. Porque todo esto suena absolutamente lógico, y para mi buena suerte nada de esto ocurrió.
He llegado a un punto en el que no creo en los errores como tal. Aprendí de las experiencias que viví gracias a mis «malas decisiones», y me regocije de las otras excelentes experiencias. Y es que puede que en este momento una decisión parezca tonta, o no la correcta; pero en un futuro puede resultar algo increíblemente bueno. Y no importa que tan pequeña parezca la decisión que tomes, «mala ó buena», recuerda que todo eso, al final, contribuye a la persona que eres, en este momento, y la persona que llegarás a ser.
Si todo falla, no creo que se solucione con un simple «Oops.» pero siempre es aplicable.
Arriesga, juega y vive.
¡Excelente filosofía! Debería ser aplicada siempre por todos ;P
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Debería, esperemos que muchos la apliquen 🙂
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